Un gran final tuvo en Ciudad Juárez el Octavo Festival Internacional Chihuahua con la presentación de María Mulata.

El grupo que toma su nombre de un ave de la costa colombiana, es encabezado por una talentosísima cantante, instrumentalista, compositora e investigadora, quien es acompañada por un grupo de cinco virtuosos músicos. Una particularidad de todos es que se presentan descalzos al escenario.

En su espectáculo «De cantos y vuelos», María Mulata interpretó un total de quince canciones del rico repertorio colombiano que tiene influencias árabe, gitana, judía (sefardita, de España), afro y europea.

Cuando aún no era levantado el telón, el recital inició con la preciosa voz (de tesitura soprano lírica) interpretando a capella una canción con claras reminiscencias africanas, dando al público una percepción de su carta de presentación: de piel blanca y con alma de negra.

Luego siguió un auténtico festín de la música, la palabra y la danza de María Mulata desde la multiculturalidad colombiana, durante 90 minutos para una velada memorable.

Es el arte de María Mulata, «una música llena de ritmo y sabor que conjuga la alegría caribeña, la nostalgia amazónica, el alma negra de Colombia y la emblemática cumbia», según el anuncio previo.

María Mulata dio su voz a otros autores contemporáneos, pero también entonó los cantos ancestrales de los pueblos indígenas, y se interpretó a si misma.

El aroma de las flores, el canto a la Naturaleza, la imposibilidad de amor, las olas del mar, fueron -entre otros- sus temas. No faltó la crítica social («si trabaja el inmigrante/gana más el traficante…»), en una canción del compositor León Benavides, «Yo no quiero trabajar».

Hacia la recta final, invitó a un grupo de niños a danzar con ella en una ronda infantil. Una madre juarense se lanzó de espontánea, y fue la que más bailó. (Fotos: Gabriel Cardona/FICH)