Un llamado a participar en la Revolución Alimentaria, con el propósito de reducir el consumismo y adoptar hábitos saludables en la comida, fue expuesto en Ciudad Juárez por la Dra. Julieta Ponce Sánchez, de COA Nutrición, durante la penúltima jornada de la XXXIII Semana de Psicología que lleva como lema «Cogniciones, emociones, cuerpo y conducta cotidiana«.
La exposición de la ponente partió de la alimentación sana, variada y suficiente como un derecho humano que está plasmado en el Artículo 4o. Constitucional pero que, paradójicamente, no ha generado las políticas públicas pertinentes para su cumplimiento, esto es que el Estado ha fallado en sus obligaciones para hacer cumplir este derecho.
Ello ha originado que, al mismo tiempo, se presenten la pobreza y la obesidad en importantes sectores de la sociedad mexicana, que además se ve dominada por el consumismo al verse obligada a comer lo que está disponible y accesible, aunque no sean precisamente opciones saludables (y en cual un papel determinante lo tienen los monopolios del sector).
Esto implica que el consumidor mexicano ha perdido su libertad su elección, y ello conlleva el debilitamiento de su autonomía y a la «renuncia de su salud por cultura», indicó la expositora.
Así, en el acto de comer hay un abandono de las opciones naturales (sobre todo frutas y verduras frescas), para favorecer los productos ultraprocesados, con lo cual se presenta el fenómeno de la «chatarrización de la alimentación».
El sentido del gusto, que desde los albores de Humanidad ha tenido la función de guiar el acto institntivo de comer (el sabor amargo podría ser una señal de una planta venenosa), se ha visto afectado con la ingesta de alimentos chatarra al punto de que se habla de un «paladar secuestrado» en gran parte de los mexicanos (con la influencia decisiva de la publicidad y el marketing).
Las consecuencias a la salud son múltiples, ya que a raíz de la mala nutrición en México proliferan enfermedades como la obesidad, diabetes, hipertensión alta y el colesterol denominado «malo».
Uno de los productos industrializados de mayor consumo en el país y origen de numerosas afectaciones a la salud son los refrescos hechos a base de jarabe de maíz de alta fructuosa que afectan en los niveles de triglicéridos y en la producción del ácido úrico en el organismo humano.
-El refresco mata-, señaló la exponente al tiempo de indicar que de los 80 mil millones de pesos de recaudación fiscal por el impuesto a este tipo de bebidas, no se sabe qué destino ha tenido, toda vez que estaba etiquetado para la instalación de bebederos en todas las escuelas del país, y ello no ha ocurrido.
Para hacer frente a este panorama, la expositora señaló que se requiere trabajar en la educación y sensibilización del consumidor, a fin de cuente con la información necesaria y pertinente para tomar decisiones conscientes en cuanto a los alimentos, y no sólo comer lo que se tiene a la mano o lo que se puede.
Para ello, se requiere modificar el paisaje alimentario (lo que muestran el refrigerador y la alacena en cada hogar), a fin de que se introduzcan más frutas y verduras y granos enteros, por ejemplo, así como reentrenar el gusto («recuperación de paladar»).
Para esto último, la también activista de la Alianza por la Seguridad Alimentaria recomienda una especie de «reto» que consiste en que durante 15 a 21 días la persona elimine de su dieta todo lo industrializado (papas fritas, sopas, etc.).
Al cabo de ese tiempo, puede llegar a generarse en el paladar de la persona un rechazo por productos que anteriormente le gustaban, lo que le llevará a la senda del cambio de hábitos que promuevan el buen comer y, por consiguiente, de la buena salud.
El evento fue organizado por los 36 años de la Escuela Superior de Psicología de Ciudad Juárez, A.C., bajo la dirección general de la M.C. Xaviera Cabada.