
Ochenta y cinco rostros de los más de 400 fotógrafos que documentaron el movimiento armado iniciado en 1910, forman la figura de un revolucionario.
Las VII Jornadas Culturales de la Revolución en el Norte de México, en conmemoracióndel 110 aniversario de la Toma de Ciudad Juárez, iniciaron este jueves y continúan hoy viernes con un conversatorio acerca del historiador Pedro Siller y su legado.
Como actividad inaugural en el Museo de la Revolución en la Frontera (MUREF) se contó con la apertura de la exposición «Las imágenes fugitivas» del investigador iconográfico Miguel Ángel Berumen, consistente en 130 obras del pasado y del presente sobre la historia de Ciudad Juárez, en formato multiplisciplinario (fotografía, pintura, video y hasta diseño gráfico), distribuidos en una estructura laberíntica en la sala central del recinto.
«Así como muchos grandes momentos de la historia revolucionaria transcurrieron a espaldas de las cámaras, no todo lo que ocurrió frente a ellas necesariamente ha pasado a la historia. Ante esta asimetría entre uno y otro ámbito cabe, desde luego, preguntarse hasta qué punto podemos depositar en las fotografías nuestra memoria histórica», indica una introducción plasmada a la entrada de la muestra.
Esta muestra que permanecerá tres meses (hasta el 6 de enero de 2022), será acompañada por un taller presencial impartido por su curador -Miguel Ángel Berumen- intitulado Cómo acercarse a la fotografía histórica, que se llevará a cabo el sábado 6, de 10:00 a 14:00 horas allí mismo.
Este taller está dirigido a académicos y estudiantes de Historia, Antropología, Artes Visuales, así como público en general; es gratuito y el único requisito es el registro previo al correo imagenpalabra@yahoo.com
Finalmente, quién mejor que el propio curador de la exposición para explicar qué encontrará el visitante:
LAS IMÁGENES FURTIVAS
Esta exposición nos invita a reflecionar sobre la orfandad que puede enfrentar una comunidad a falta de la memoria que le proveen las imágenes fotográficas que registran los sucesos históricos acontecidos en su territorio. Ese fue el caso de varias generaciones de habitantes de Ciudad Juárez después del triunfo de la Revolución Mexicana en mayor de 1911.
A pesar de que la revolución maderista en esta ciudad provocó un fenómeno fotográfico sin precedentes en la historia de México, tanto por el número de fotógrafos que la documentaron, como por la cantidad de fotografías generadas, éstas no pudieron cumplir a cabalidad la función de nutrir la memoria de varias generaciones de juarenses.
Eso se explica, en parte, porque la mayoría de los fotógrafos eran estadounidenses, quienes, una vez terminado el conflicto, se llevaron consigo las fotografías que habían tomado. Paradójicamente, en esas imágenes no llevaban su historia, sino la nuestra: la memoria de los fronterizos y de los chihuahuenses de la sierra, los cuales componían el grueso del Ejército Libertador.
Algunas de esas fotografías fueron reproducidas en periódicos y tarjetas postales. Pero años después, al perder su valor noticiosos y comercial fueron relegadas al olvido y, en el mejor de los casos, cuando no las desecharon, se quedaron entre las pertenencias de las familias de los fotógrafos y, décadas después, algunas de ellas pasaron a los archivos públicos de Estados Unidos en espera de ser catalogadas.
Mientras tanto, la ciudad fronteriza fue construyendo su memoria con fotografías de otros autores que cubrieron la Revolución en todo México y que funcionaron como imágenes de sustitución, ya que de manera genérica, representaban ese momento histórico. Esta sustitución se materializó por completo y cayó como una laída, cuando en la década de los cuarenta la familia Casasola de la Ciudad de México logró una producción masiva de su proyecto editorial: «La Historia Gráfica de la Revolución Mexicana», la cual prácticamente inundó las casas y bibliotecas de todo el país.
Fue hasta hace apenas dos décadas que varios historiadores de la fotografía nos dimos a la tarea de buscar y estudiar miles de fotografías que milagrosamente subsistieron ancladas afuera de la historia. Nuestra intención ha sido siempre prepararles un digno camino de regreso a casa y corregir en algo el trastorno de la memoria causado por su ausencia.
Es así como, además de mostrar algunas de la fotografías representativas de la Toma de Ciudad Juárez, la exposición pretende establecer un diálogo simultáneo entre la reflexión política militar que obliga ese suceso histórico, con uno conceptual que proviene de la observación de la conducta humana cuando se ve sometida a tales extremos como el de la guerra. De ahí que conceptos como el dolor, ambición, libertad, traición, valor, barbarie, esperanza y la muerte, entre otros, estén representados en esta exposición.
Estos conceptos recaen en las obras de artistas contemporáneos cuyo trabajo explora nociones similares en el mundo actual. La combinación de imágenes históricas y contemporáneas a las que recurre esta exposición pretende que el visitante acceda a un puente que los lleve a la apropiación de su historia como una herencia personal en el sentido más amplio.
Miguel Ángel Berumen