María Antonia Urías Serrano es una salvadoreña de 74 años, quien con su familia huyó del horror de la guerra a principios de los 80. En busca del «sueño americano», con los suyos llegó a la frontera México-Estados Unidos, ser juarense por adopción y mexicana por naturalización, para no volver jamás a su tierra.
Antonia es una de las 18 adultas y adultos mayores que este martes recibieron un reconocimiento por parte de la Secretaría de Salud al participar en un grupo de autocuidado para pacientes con enfermedades crónico-degenerativas.
La salvadoreña originaria del Departamento de San Miguel, tiene como único padecimiento la hipertensión, pero es consciente de su responsabilidad para mantener una calidad de vida aceptable que le permita hacerse cargo de los suyos: once nietos y tres bisnietos que le han dado sus tres hijos nacidos también en tierras centroamericanas.
-Estoy aquí desde hace 30 años, cuando la guerra nos hizo marcharnos de nuestro país, y aquí me quedé- dice la mujer luego de recibir un diploma y una camiseta conmemorativa.
Agrega que cuando con sus tres hijos pequeños y su esposo José Juamonte López (actualmente de 75 años), llegaron a Juárez, el plan era que él se adelantaría para cruzar a Estados Unidos, para trabajar y enviarles dinero. La familia se reuniría en cuanto hubiera la oportunidad.
El plan se frustró y todos se quedaron aquí. Juan trabajó en «la obra» (industria de la construcción), y María Antonia siguió como ama de casa y criando a sus hijos.
Nunca hizo el intento por entrar a trabajar a la maquila: porque no le llamaba la atención, y porque además nunca aprendió a leer y escribir. Tampoco busca regresar a su país, pese a que la situación ha cambiado mucho desde lo dejara.
-Y aquí sigo… Mi esposo e hijos sí han regresado alguna vez a El Salvador, pero yo no… Yo vivo tranquila aquí y soy feliz- refiere María Antonia, quien mantiene un carácter y actitud joviales (para su edad).
