El Octavo Festival Internacional Chihuahua no pudo tener un mejor arranque en el Teatro Víctor Hugo Rascón Banda, según comentarios de los asistentes.
Una espectacular combinación de música, danza, mímica, energía y carisma a raudales del cuarteto Pagagnini colmó de aplausos y gritos de ¡bravo! el recinto, la noche del jueves con su Des-Concierto.
El derroche de virtuosismo de los cuatro músicos perduró durante los 90 minutos de la presentación, que inició con música de Bizet (Carmen), y terminó con Vivaldi (una de las Las Cuatro Estaciones), pero incluyó a Mozart, Bach, De Falla y Paganini (era de esperarse), con momentos en una sorprendente fusión de minuets y oberturas con flamenco, tango, blues, ranchera, rock y hasta heavy metal (un solo de violín eléctrico apoyado con sintetizador).
El escenario fue un torbellino casi constante desde que los músicos hicieron su aparición, cada uno por separado, desde el fondo del recinto, en el área de butacas, para reunirse en el escenario e iniciar su espectáculo multidisciplinario (todo un performance).
La formalidad que aparentaban los cuatro vistiendo frac, fue desplazada cuando en el escenario empezaron a tocar los instrumentos -tres violines y cello-, con una comunicación constante entre ellos y con el público a través de señas, gestos y lenguaje corporal.
Uno de los violinistas tocó en partes con deliberada torpeza, provocando la desaeprobación de sus compañeros, en especial del concertino (primer violín), de alborotada y despeinada cabellera.
Haciendo gala de versatilidad, uno de los violista cantó con voz de contratenor, y otro representó el papel de una bailaora de flamenco (con crótalos inclusive). Hicieron piruetas, tocaron encaramados a las sillas, con los pies en el aire y como se les antojó.
Una femenina voz en off de marcado acento hispano, iba mencionando las piezas interpretadas.
Hacia la parte final, invitaron a dos personas del público -una jovencita y un niño- para integrar un sexteto para una `pieza contemporánea que por su complejidad lo ameritaba.
Los instrumentos para los invitados fueron un cencerro y un chiflador de goma. Cada vez, las risas afloraban de los labios de los espectadores.
Un quinto elemento no músico, sino un ayudante portando camiseta con el nombre Pagagnini, provocó aún más risas, al irrumpir en varias escenas.
Más locuras: uno de los violinistas y el cellista con sus arcos simularon un duelo entre espadachines.
En la parte final, el violinista «torpe» queda «prendado» de la jovencita, canta en francés, suspira y hasta le da una rabieta, hasta en tanto no logra despedirse de ella, quien le da un beso en la mejilla.
A los gritos inevitables de «¡otra!», los músicos regresaron para tocar apenas unos acordes y despedirse lanzando besos al público, que los aclamaba.
Sin duda, tremendos performers. (Fotos: Gabriel Cardona/FICH)
